Una verde barrera
Maribel Egido Carrasco
El paso del tiempo siempre deja diferencias en el paisaje, variaciones que a veces son sutiles y a veces realmente espectaculares.
Hacía casi tres años que no pasábamos por el llamado “Pinar del Conde”, en el entorno de la zona conocida como “El clavo”, donde existen unas extensas plantaciones de fresas y frambuesas. Entonces se podían contemplar desde la carretera las grandes carpas de plástico bajo las que crecían las plantas cuyos rojos frutos contrastaban con el verdor de las hojas.
Pues bien, al llegar la otra mañana a ese paraje, nos encontramos con un alto y verde muro de cipreses que cubría totalmente la visión de las plantas, y que, evidentemente, habían crecido en este tiempo de ausencia.
Los hermosos ejemplares, verdaderamente espléndidos, corresponden al conocido como Ciprés de Leyland, o Leylandi, que pertenecen a la familia Cupressaceae, y que pueden alcanzar una altura entre 20 ó 25 metros. Es de crecimiento rápido, ideal para formar setos bien tupidos. Es un híbrido entre ciprés verdadero y otro falso, y goza de mucha aceptación para servir de pantalla vegetal.
La existencia de estos “guardianes” de la intimidad, han cambiado completamente el aspecto de la carretera, y tienen un aspecto magnífico, ya que, exceptuando dos o tres ejemplares que se han secado, el resto a lo largo de la enterísima barrera tienen una apariencia de lo más saludable.