Nunca se sabe
Maribel Egido Carrasco
Mis amigos me toman el pelo diciéndome que llevo la cámara incluso a los funerales. No es cierto, os prometo que a los funerales no la llevo. Pero exceptuando ese caso, y bromas aparte, es difícil que la deje en casa, porque defiendo la idea de que nunca se sabe donde va a aparecer una imagen que merezca ser fotografiada.
Estando en Coca, y por lo tanto cerca de la Naturaleza, hay sobre todo dos momentos en el año: primavera y otoño en que la cámara se hace indispensable. Es casi imposible que en un paseo, aunque sea corto y al lado de casa, no te encuentres un rincón o una perspectiva hermosa.
Pueden ser unas lilas casi silvestres, o un simple trozo de suelo cubierto de hierba, donde el sol se refleja convirtiéndolo en un brillante tapiz, o unos árboles que tamizan la luz. El mes de Mayo, ayudado eficazmente por las benditas lluvias, transforman el paisaje en un espectáculo, que es siempre el mismo y siempre distinto.
Mis amigos me toman el pelo diciéndome que llevo la cámara incluso a los funerales. No es cierto, os prometo que a los funerales no la llevo. Pero exceptuando ese caso, y bromas aparte, es difícil que la deje en casa, porque defiendo la idea de que nunca se sabe donde va a aparecer una imagen que merezca ser fotografiada.
Estando en Coca, y por lo tanto cerca de la Naturaleza, hay sobre todo dos momentos en el año: primavera y otoño en que la cámara se hace indispensable. Es casi imposible que en un paseo, aunque sea corto y al lado de casa, no te encuentres un rincón o una perspectiva hermosa.
Pueden ser unas lilas casi silvestres, o un simple trozo de suelo cubierto de hierba, donde el sol se refleja convirtiéndolo en un brillante tapiz, o unos árboles que tamizan la luz. El mes de Mayo, ayudado eficazmente por las benditas lluvias, transforman el paisaje en un espectáculo, que es siempre el mismo y siempre distinto.