El sol y la niebla

Maribel Egido Carrasco


Me encanta pasear cuando hay niebla. Aunque cuando ella nos visita suele hacer bastante frío, y por supuesto resulta molesta y peligrosa para conducir, no me negaréis que esa masa grisácea y brumosa cubriendo nuestros montes, riberas y monumentos, les presta un aire misterioso que estimula la fantasía.
Los árboles de la foto dejan de ser unos chopos corrientes, para “convertirse” en una especie de bosque fantasmagórico al que la niebla aporta una profundidad que en la realidad no tiene, ya que la ladera que baja al río está inmediatamente detrás, y nuestro “misterioso bosque” queda reducido a unos pocos chopos.
En la otra foto podemos ver al sol en plena lucha por romper las brumas y puedo deciros que, al final, ganó la batalla y pudo “reinar” sobre el cielo de la mañana, empujando a la niebla a sus últimos reductos del pinar.

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