La leyenda de Santa Cecilia
Vivió en el siglo III pero todos sus datos se conocen a través de las actas del martirio divulgadas siglos más tarde, contando que esta ilustre doncella romana fue prometida por sus padres a un joven pagano cuyo nombre era Valerius (Valeriano). Cecilia aún mostrando su infelicidad ante esta boda, no quiso oponerse a la voluntad de sus padres, celebrándose finalmente bajo las leyes romanas.
Tras la celebración del matrimonio, la pareja se retiró a la cámara nupcial, Cecilia dijo a Valeriano que ella había entregado su virginidad a Dios y que un ángel celosamente guardaba su cuerpo; por consiguiente, Valeriano debía tener el cuidado de no violar su virginidad. Valeriano pidió ver al ángel, después de lo cual Cecilia lo envió junto a la tercera piedra miliaria de la Vía Apia dónde debía encontrarse con el papa Urbano I. El papa lo bautizó y Valeriano regresó como cristiano ante Cecilia. Entonces se apareció un ángel a los dos y los coronó como esposos con rosas y azucenas. Cuando Tiburcio, el hermano de Valeriano, se acercó a ellos, también fue convertido al cristianismo y a partir de entonces vivió con ellos en la misma casa, en completa pureza. El prefecto Turcio Almaquio condenó a ambos hermanos a la muerte.
El funcionario del prefecto, Máximo, fue designado para ejecutar la sentencia. Pero se convirtió al cristianismo y sufrió el martirio junto con ellos. Cecilia enterró los restos de ambos hermanos en una tumba cristiana. Luego la propia Cecilia fue buscada por los funcionarios del prefecto. Fue condenada a morir ahogada en el baño de su propia casa. Ella sobrevivió, la pusieron en un recipiente con agua hirviendo, pero también permaneció ilesa en el ardiente cuarto. Por eso el prefecto decidió que la decapitaran allí mismo. El ejecutor dejó caer su espada tres veces pero no pudo separar la cabeza del tronco. Huyó, dejando a la virgen bañada en su propia sangre. Cecilia vivió tres días más, en los cuales dio limosnas a los pobres, dispuso además que después de su muerte su casa debía dedicarse como templo. El obispo Urbano la enterró en la catacumba de Calixto, un lugar donde se sepultaban los obispos y los confesores.
El funcionario del prefecto, Máximo, fue designado para ejecutar la sentencia. Pero se convirtió al cristianismo y sufrió el martirio junto con ellos. Cecilia enterró los restos de ambos hermanos en una tumba cristiana. Luego la propia Cecilia fue buscada por los funcionarios del prefecto. Fue condenada a morir ahogada en el baño de su propia casa. Ella sobrevivió, la pusieron en un recipiente con agua hirviendo, pero también permaneció ilesa en el ardiente cuarto. Por eso el prefecto decidió que la decapitaran allí mismo. El ejecutor dejó caer su espada tres veces pero no pudo separar la cabeza del tronco. Huyó, dejando a la virgen bañada en su propia sangre. Cecilia vivió tres días más, en los cuales dio limosnas a los pobres, dispuso además que después de su muerte su casa debía dedicarse como templo. El obispo Urbano la enterró en la catacumba de Calixto, un lugar donde se sepultaban los obispos y los confesores.
En el año 1594 santa Cecilia fue nombrada patrona de la música por el Papa Gregorio XIII y, a través de los siglos, su figura ha permanecido venerada por la cristiandad, con ese padrinazgo. Su fiesta es el 22 de noviembre, fecha que corresponde con su nacimiento y que ha sido adoptada mundialmente como el Día de la Música.
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