El horno de Murciego (I), el origen del fuego
Desde hace unos 500.000 años, el hombre prehistórico empezó a conocer el fuego por la erupción de un volcán, los incendios de bosques y malezas provocados por la caída de los rayos... Sin embargo, el problema que tenía al principio era la preservación y el cuidado del mismo, pues aún no sabían encenderlo ni alimentarlo con la utilización de algún tipo de combustible. Tras su posesión era muy probable que nuevamente lo perdieran. Tenían que esperar a que otra vez la naturaleza les brindara la oportunidad de volver a conseguirlo. Esa necesidad produjo la creación de los guardianes del fuego.
Cuando el hombre prehistórico logró encender el fuego, el uso que hacía de este empezó a tener otras utilidades que hicieron avanzar su primitiva civilización, pues se calentaban para soportar los crudos inviernos, alejaban a las bestias, servía como arma, la llama iluminaba los lugares cerrados y durante la noche, la carne dejó de consumirse cruda siendo cocinada de diferentes formas... Posiblemente aquellos hombres primitivos observaron que la tierra se endurecía alrededor de las fogatas, comenzó a trabajar el barro, moldeándolo y luego mediante la cocción sobre el fuego, fabricar piezas de alfarería, vasos, vasijas y recipientes, sirviendo además para cubrir sus necesidades. Existen numerosos vestigios de vasijas realizadas en arcilla por el hombre del período mesolítico, sobre el 8.000 antes de Cristo. Empezaron a funcionar las fraguas, los hornos, se derretían metales y se lograba la fabricación de diversos elementos, desde el pan de cada día que se consume, hasta las herraduras de los caballos o las fabricaciones de lozas y porcelanas, pasando por una gran variedad de productos. Se usa para la cocción en la alimentación, la calefacción, y un sin fin de cosas cotidianas que hacen más placentera la vida. Una vez hecha esta introducción en una próxima entrada empezaremos a conocer el horno de Murciego.